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Razia

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Una razia o razzia (del francés razzia, con el significado de «incursión» y éste del árabe argelino ḡāzyah (غزو) que significa algara) es un término usado para referirse a un ataque sorpresivo contra un asentamiento enemigo, íntimamente asociado a la Yihad, que han practicado diversos grupos musulmanes. Aunque principalmente buscaba la obtención de botín, históricamente los objetivos de una razia han sido diversos: la captura de esclavos, la limpieza étnica o religiosa, la expansión del territorio musulmán y la intimidación del enemigo.

El término probablemente proviene de la cuarta dinastía irania (226-651) y valorada por la Arabia de la época del profeta Mahoma. Una de las razias más representativas, por su significado simbólico, fue el saqueo de Roma en 410 por el rey visigodo Alarico I, cuya repercusión resonó en futuras invasiones masivas las décadas siguientes.

Con el tiempo, su significado se ha extendido también a otras actividades que guardan ciertas similitudes con estos ataques, como las redadas de la policía o ciertas incursiones violentas realizadas por grupos organizados o paramilitares, como las realizadas a favelas brasileñas o a campos de refugiados durante las guerras en África central. Actualmente, en el idioma turco el término significa «veterano de guerra».

Etimología:

Ghazw o ghazah (plural ghazawa-t) (árabe: غزو) es un término originalmente árabe que significa «batalla», usado generalmente en el contexto de una batalla por la causa de Alá. Proviene de la raíz triconsonántica g.z.w. ("atacar"). Tiene la misma connotación que las palabras ghaziya y maghazi, que en tiempos pre-islámicos se refería a las incursiones organizadas por los guerreros beduinos nómadas con el propósito de saquear a tribus rivales o a vecinos sedentarios y más adinerados. El plural ghazawat, en algunos países islámicos, se utiliza como sinónimo de "juicio".

   * La palabra ghazwa se aplicaba originalmente a aquellas batallas en las que participó personalmente Mahoma. Con el paso del tiempo ha evolucionado hasta asociarse a las batallas asociadas con la expansión del Islam. El término ghazi o Guerrero de la Fe se utilizó para identificar a los participantes en dichas batallas y es sinónimo de las raíces ghāziya y maghāzī.
   * La palabra sirya (plural saraya o sariya) designa aquellas batallas que dispuso Mahoma pero en las cuales no participó personalmente. Por extensión, también se aplica a aquellas incursiones montadas y de reconocimiento que organizó pero a las cuales no acudió en persona.
   * La palabra ba'atha difería de Saraya en tamaño, y mientras en ocasiones aludía a combates, generalmente se refería a expediciones o misiones de naturaleza diplomática (v.g. embajadas o diálogos políticos).
   * En la literatura europea occidental se conoce con el nombre de razzia, derivada de la palabra francesa razzier (rezzou), que entró en el vocabulario francés tras la colonización de Argelia, y que no es más que una transliteración de la palabra coloquial árabe ghazya.
   * En la Hispania Medieval, las razias fueron conocidas con el nombre de aceifa, del árabe andalusí ṣáyfa, que a su vez viene del árabe clásico ṣā'ifah, con el significado de "cosecha" o "expedición estival".


Modo de ejecución de las razias:

Cuando se ejecutaba en el contexto de la yihad islámica, la función de la razia era debilitar las defensas del enemigo en preparación de su eventual conquista y subyugación. Como la típica razia no era lo suficientemente numerosa para conseguir objetivos militares o territoriales, normalmente implicaba ataques por sorpresa a objetivos escasamente defendidos (v.g. aldeas) con la intención de aterrorizar y desmoralizar a sus habitantes y destruir suministros que podrían abastecer al enemigo. Las reglas islámicas definían claramente quién debía acudir a la guerra y quien estaba eximido de tal responsabilidad. Están dispensados de hacer la guerra santa los enfermos, impúberes, dementes, ciegos y cojos, las mujeres, los individuos sin los recursos suficientes que exigen las necesidades de la guerra (armas, monturas, vituallas, etc.) los eslavos, los deudores y, en fin, aquéllos a quienes el padre y la madre (o uno de ellos) niegan el permiso de ir; mas la prohibición de un abuelo no es suficiente para impedir la partida. La negativa paterna impide, asimismo, realizar un viaje marítimo o peligroso (con fines comerciales), y cuando la prohibición emane de un padre infiel debe ser respetada como si viniese de un fiel, si se trata de otra cosa que la guerra santa.

Aunque las reglas bélicas del Islam prohibían acabar con la vida de no-combatientes como mujeres, monásticos y siervos, era posible saquear o destruir sus propiedades y tomarles como esclavos. Los infieles serán invitados a abrazar el Islam, pero si después de tres días los infieles no lo aceptasen se les conminará a pagar la capitulación legal (yizya); en caso de que rehusasen, entonces se les ha de combatir y pueden ser aniquilados, salvo las mujeres (a menos que hubiesen participado en la lucha contra los musulmanes), los niños, los mentalmente débiles, los viejos caducos, los disminuidos físicamente, los ciegos y los monjes que viven retirados en conventos o ermitas. A todos aquellos que la ley ordena perdonar se les dejará, de lo que posean, lo necesario para subsistir.

El único modo de evitar las ofensivas de los ghāzīs era someterse al estado islámico. En ese caso, los no-musulmanes gozaban del estatus de dhimmi-s, viviendo bajo su protección. Muchas fuentes cristianas confunden estas dos fases en las conquistas otomanas. Enfrentada a la terrible amenaza de los ghāzīs, la población de los confines del Imperio renunciaba a menudo a la poco efectiva protección de los estados cristianos, buscando refugio mediante su defección al Imperio Otomano. De este modo, los campesinos que vivían en campo abierto, ganaban mucho más de lo que perdían. En país de infieles el imán puede aplicar las penas determinadas por la ley (hadd). Se pueden destruir las viviendas, cortar y quemar las palmeras (los árboles), si eso causa daño a los infieles o no hay esperanza de quedarse como dueño. La destrucción, según Ibn Rusd, es entonces recomendada, como recomendable es abstenerse si la esperanza de permanecer existe.

Una de las principales fuentes que nos cuenta el desarrollo de una razzia tradicional son los juristas islámicos medievales, cuyas discusiones sobre lo que era y no permitido en dichas acciones en el curso de la guerra revelan algunas de las prácticas de esta institución. Uno de los más importantes es el andalusí Averroes, en su obra Bida-yat al-Mujtahid wa-Niha-yat al-Muqtasid.

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