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Coín

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Coín es un municipio español de la provincia de Málaga, en la comunidad autónoma de Andalucía. Está situado en el Valle del Guadalhorce, a unos 33 km al oeste de la capital provincial y a unos 30 al norte de Marbella. Coín es la cabeza del partido judicial homónimo.

Su término municipal tiene una superficie de 127 km² y limita con los municipios de Monda, Guaro, Alozaina, Pizarra, Cártama, Alhaurín el Grande, Ojén y Mijas. Según el censo de 2008,[2] cuenta con una población de 21.484 habitantes y una densidad de 169,17 habitantes por km².

La economía del municipio ha estado basada tradicionalmente en la agricultura, coexistiendo con la minería del mármol existente desde los tiempos romanos y la cerámica. No obstante, el turismo, la construcción y la hostelería han sustituido a la antigua industria ceramista, aunque aún quedan varias canteras de donde se extrae mármol, dolomita y arena para construcción básicamente

Leyendas del pueblo de Coín

- Virgen de la Fuensanta

La tradición cuenta que en el año 1487 la Virgen de la Fuensanta se le apareció a un pastor en el lugar donde hoy se erige la ermita dedicada a su culto, que fue construida con el esfuerzo de todos los vecinos. Los trabajos dieron comienzo en el año 1544 y no se terminaron hasta 1680, aunque parte de la única nave se acabó en 1620.


La imagen de la Virgen de la Fuensanta es obra del siglo XV. Tiene 11 centímetros de altura, y según otras versiones, debió ser traída por alguno de los caballeros que intervinieron en la conquista de Coín. Todos los años, el primer domingo del mes de junio se celebra una Romería popular en la que participa todo el pueblo.


- El Chivo de los Callejones

Hace muchos años iba un hombre en su mula por los callejones de Coín que llevan al cementerio, que eran acantilados de piedra de cantera con cuevas y ramas de higueras, y allí se encontró un chivo.

Pensando en la suerte que había tenido, el hombre montó al chivo a lomos de la mula y siguió su camino, cuando de pronto, en el silencio de la oscura noche, escuchó un ruido (¡Gra, gra!) como de algo que se arrastrara por el suelo. en ese momento el hombre se giró para ver de donde provenía ese ruido tan cercano y vio todo aterrorizado que al chivo le habían crecido las patas y las arrastraba por el suelo y que, además, tenía los ojos rojos, ensangrentados.

A la mañana siguiente se encontraron los huesos del hombre con un chivito al lado.

Desde entonces y hasta los años setenta, en el parque de Coín, enfrente del cementerio, los chiquillos se reunían y apostaban a ver quién era el valiente que iba por los callejones en la oscura noche hasta el cementerio y, una vez allí, encender un mixto para comprobar que habían llegado.


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