"Ebook del I Concurso Wikanda"

Mundo rural. Olvera

De Wikanda
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A ellos no los persiguen para conseguir una fotografía y vender una exclusiva a una revista prestigiosa. No tienen la agenda repleta de citas. Tienen tiempo, a pesar de su duro trabajo, para contemplar un amanecer o una puesta de sol. A veces, este amanecer y esa puesta de sol son un escenario de trabajo, tienen esa suerte. Se le oye de lejos porque casi nunca van solos... A su paso se unen otros pasos más acentuados que resuenan en las calles, aunque cada vez menos. Son los pasos medidos y acompasados de unos animales que los acompañan día tras día desde que el sol apunta hasta que se pone. Sí, lo habéis adivinado, he empezado estas pequeñas charlas con nuestra gente, con nuestros hombres del campo. Es fácil hablar con ellos, sólo tienes que acercarte, sonreír y !ya está!, la magia de la comunicación, como por azar, surge inesperadamente y todo se vuelve fácil y sencillo como esa tierra de la que todo brota, tierra maltratada y a pesar de todo, agradecida. Pero dejemos que sean ellos, nuestros protagonistas, los que nos hablen de sus vidas, de sus tareas diarias, de lo que piensan, de lo que sienten. Hablé con varios de ellos, en todos había una nota en común, tenían la piel curtida por el sol y por el viento, amaban la tierra y a sus animales, mulos, burros y yeguas, fieles y leales compañeros de trabajo. Habían empezado a trabajar en el campo, desde que eran niños, habían tenido que dejar la escuela muy pronto, porque eran tiempos difíciles y todos los miembros de la familia tenían que esforzarse, como fuese, para ganarse el pan. Uno de ellos había empezado a trabajar con sólo siete años. Esto me trajo a la memoria aquellos conocidos versos de nuestro poeta, Miguel Hernández, de su poema, “El niño yuntero”.

“(...) Me duele ese niño hambriento...
Le veo arar un rastrojo...
y devorar un mendrugo...
Me da su arado en el pecho...
¿Quién salvará a ese chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los niños jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros...”

El hombre del campo de Olvera, y por extensión de toda Andalucía, conoce muchas coplillas populares que le acompañan en su tarea diaria. Estas cancioncillas se suelen cantar en diversas faenas campesinas: en la ara, trilla, siega... Dicen nuestros campesinos que no sólo la cantan porque así se sienten más acompañados, menos solos, en el transcurso de un largo día de trabajo sino que también los animales que les ayudan: mulos, burros, yeguas... se sienten más reconfortados, se tranquilizan, se les hace menos pesada su dura faena. Es más, afirman que hasta les sirven de guía, de concentración las coplas y el tono cariñoso y comprensivo que ellos emplean al cantarlas. A medida que esta labor “artesanal”, casi rudimentaria, se ha ido mecanizando, estas coplillas han ido desapareciendo igual que las condiciones de trabajo que las hicieron surgir y las mantuvieron vivas. Aunque es positivo que el campesino cuente con ayudas de máquinas que hagan más llevadera su dura, y no siempre valorada, labor, es triste que todo ese folclore, expresivo y valioso que conoce, desaparezca como legado para las generaciones venideras. Por todo esto sería interesante, a la par que bonito, que todos actuásemos como recolectores e igual que si se tratara de una buena cosecha, recolectáramos los frutos de estas cancioncillas de trabajo que forman parte de nuestro pasado y, tal vez, de nuestro presente. Sin más preámbulos, vamos a imaginarnos por un momento que estamos en el campo, junto a un campesino que ara junto a su yunta de mulas, escuchemos sus canciones, transmitidas quizás por sus abuelos, y cuya magia las hace vivir año tras año.

“COPLAS DE ARA”

“Mi morena me dice que como aro, un surquito me llevo, y otro me traigo”

“Los surcos de mi besana están llenos de terrones y tu cabeza serrana está llena de ilusiones, pero de ilusiones vanas.”

“COPLAS DE TRILLA”

“La mula Peregrina sudando va, le parece que la trilla no se va a ^acabá^”.

“Ya está la parva hecha, fuera trilleros, la media y los costales y el arriero.”

“COPLAS VARIAS”

“La yegua de la mano tiene un potrito, que ni come ni bebe y está gordito.”

“Esta yegua lunanca tiene un potrillo con una pata blanca y un lucerillo.”Texto en cursiva

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