"Ebook del I Concurso Wikanda"

POTRO DE HERRAR

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Según la Real Academia Española de la Lengua un potro se define como “Máquina de madera que sirve para sujetar los caballos cuando se resisten a dejarse herrar o curar”. Obviamente esta es la acepción para potro de herrar; y no solamente en el herrado de caballerías sino también en el de vacas y bueyes domésticos. A éstos últimos se les colocaban callos, que son cada una de las piezas metálicas o chapas a modo de herraduras con las que se refuerzan sus pezuñas.

El herraje era uno de los cuidados que el ganado pudiera caminar cómodamente había que ponerles, de vez en cuando, herraduras a sus cascos. Herrar al ganado asnal, mular y caballar, no resultaba, salvo excepciones, excesivamente complicado. Mucho más peligrosa se hacía esta operación cuando se trataba del ganado vacuno porque no aguantan de pie sobre tres patas. Lo mejor era inmovilizar al animal para hacer el trabajo sin miedo a coces y cornadas. Para eso se inventó el potro de herrar. Estaba formado por cuatro o seis troncos de madera clavados en el suelo, formando un rectángulo, de tal manera que dentro de él cupiera el animal que habría de herrarse. A su vez, los pilares de los lados más largos estaban unidos con dos vigas horizontales, de las que colgaban unas cinchas de cuero o una estera de esparto que al pasarlas por debajo de la panza del animal se tensaba y lo inmovilizaba. En el frente, se colocaba un yugo (algunos le llamaban ubio) de madera, donde se sujetaba la cabeza de la res, estando curvado en su parte central para adaptarse al cuello. En la parte superior de los dos postes traseros, existía un travesaño para sujetar el rabo. De los postes verticales salían, a poca altura, los caballetes (algunos les llamaban apoyamanos) en los que, de forma alternativa, se ataban las patas de los animales para proceder al cambio de herraduras. El herrador, sobre el yunque, cortaba las pletinas de hierro en tamaños adecuados para bueyes y vacas. Su herramienta principal era el pujavante o pala de hierro acerado y afilado, que junto con tenazas y cuchillas servían para recortar los cascos de los animales.

Los potros de herrar se extendían por toda la geografía nacional, especialmente por los lugares donde la cabaña de ganado vacuno tenía una fuerte presencia. En la actualidad, el abandono de vacas y bueyes como animales de trabajo los ha abocado a la desaparición, la mayoría de las veces, y a ser conservados como meros objetos de museo etnográfico, en el menor de los casos.

En la provincia de Málaga se conservan algunos de estos artilugios para el herrado, destacando los de la pedanía axárquica de Almayate, el del Puerto de Ojén (que daba servidumbre a ganaderos de Ojén y Monda) y el de “Juan Avión” en Coín. Éste último es uno de los más complejos y mejor acabados que existen entre este tipo de máquinas. Originariamente se localizaba en la localidad de Casarabonela pero la pérdida paulatina de clientes del herrador de esta localidad por el éxodo rural y la mecanización de las tareas agrícolas hizo que se lo vendiese a su último y único cliente: Juan “Avión”, gañán y vecino de Coín que lo instaló en su finca hasta la década de los 90. En la actualidad se encuentra desmontado con la esperanza de que alguna administración asuma su restauración y su puesta en valor como elemento etnográfico del pasado ganadero de la zona donde se asienta.

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