"Ebook del I Concurso Wikanda"

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Hdad del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, Santísima Virgen de los Dolores, San Juan Evangelista y Santa Ángela de la Cruz

La Hermandad fue fundada a mediados del siglo XVI, en la Ermita del Santo San Nicolás, sita en la plaza homónima de esta villa de Guillena, actual Plaza de España, aprobándose sus primeras reglas el día 4 de marzo de 1560, con el título "Regla de los hermanos de la sancta caridad y misericordia a honor de la sanctissima trinidad, padre, y hijo y spíritu sancto, tres personas y vn solo Dios verdadero, y ansi mesmo de la sancta vera cruz en memoria de la passión de Ihesu Christo nuestro redemptor", aprobadas por el Licenciado Juan de Ovando, Visitador del Arzobispado, siendo entonces alcalde de la misma, Juan Martínez del Real.

Prácticamente no existe ninguna noticia de interés, hasta el año de 1728, en que se realiza el inventario de bienes de la Ermita de San Nicolás, del que puede deducirse que la ceremonia del descendimiento, es ya una práctica que se lleva a cabo cada Viernes Santo.

Avanzando un poco más en la historia, podemos advertir a través del documento del Catastro de Ensenada, conservado en el Archivo Municipal, fechado en 1770, los bienes inmuebles que poseía la hermandad, sobre todo casas y tierras que eran arrendadas, para abastecer las arcas de la cofradía.

Durante las estribaciones de esta centuria, anexa a la venidera decimonónica, la corporación, que había adquirido un número considerable de propiedades inmobiliarias y bienes muebles, se irá degradando gradualmente hasta desaparecer.

Todo parece indicar que hasta la invasión francesa, la corporación continúo con normalidad desempeñando los preceptos recogidos en las reglas del siglo XVI, según indican las escasas fuentes documentales del momento. El primer cese de la corporación como tal, hemos podido documentarlo entre los años 1810 y 1813, según aclara con posterioridad el mayordomo Juan Romero en el libro de cuentas de la cofradía, quien asevera firmemente: “han estado impedidas las funciones de administración y exercicio de esta hermandad por la invación de los fransezes, nuestros enemigos en esta provincia”.

La mala situación económica de la España de la primera mitad del siglo XIX, originada fundamentalmente por dos grandes guerras, la Guerra de la Independencia (1808-1814) y la I Guerra Carlista (1833-1839), suponemos debió influir negativamente en las arcas de la cofradía. Con anterioridad, la hermandad había podido sufrir ligeras perdidas, tras aprobar el monarca Carlos IV el día 19 de septiembre de 1798, la venta de los bienes raíces de los hospitales y demás instituciones benéficas, memorias, cofradías, obras pías, patronatos, hermandades, patronatos de legos, las casa pertenecientes a los propios y los arbitrios de los pueblos, todo ello con la autorización del Papa Pío VII en un breve pontificio del 14 de junio de 1805, para enajenar las propiedades de la iglesia por un valor no superior a 6.400.000 reales de vellón. Pero sin duda alguna, el hecho principal que debió debilitar definitivamente a esta organización, fueron las diferentes medidas legales desamortizadoras decretadas entre 1835 y 1837 por Juan Álvarez Mendizábal, ministro de la reina Isabel II, destinadas a resolver los problemas de la hacienda pública del país. Junto a los bienes inmuebles, también fueron expropiados la mayoría de los bienes muebles o tuvieron que ser vendidos para subsistir, algunos de los cuales fueron devueltos, tras el Decreto del 9 de enero de 1875, donde se estableció la devolución a la Iglesia de parte de los bienes expropiados.

Antonio Hernández Parrales, en su obra inédita “Historia de las Hermandades de Vera Cruz de la Antigua Archidiócesis Hispalense”, mantiene que la hermandad abandonó la Ermita, situada en la actual Plaza del Ayuntamiento en el año de 1869, debido al estado ruinoso, aunque las imágenes se habían trasladado en 1856 a la iglesia parroquial, bajo costo de algunos hermanos devotos. Por motivos del mal estado de conservación en que se encontraba la ermita, tuvo que instalarse la nave del evangelio de la iglesia parroquial, utilizando el retablo que tenía por aquellos entonces en la ermita.

Aunque las diferencias entre la Iglesia y el Estado quedaron resueltas en el Concordato con la Santa Sede firmado en 1851, suponemos que la corporación, al aceptar la pérdida de los bienes desamortizados, no fue capaz de hacer frente a los delicados problemas económicos y por tanto, optó por trasladarse a la parroquia, instalando el retablo que presidia la ermita en la portada que existía en la nave del evangelio, que a partir de este momento quedó cegada. En cuanto a la disolución de nuestra hermandad durante la primera mitad del siglo XX, no tenemos noticias fijas de cuando acaeció este hecho, ya que existen documentos que revelan la salida de la cofradía bajo iniciativa parroquial en la década de 1950. Pero lo que si hemos podido rescatar, es que el 7 de marzo de 1961 se reorganizaba de nuevo, como demuestra la aprobación temporal de unas reglas por vigencia de cinco años, aprobadas definitivamente el 10 de marzo de 1970. Sin embargo, a partir de esta fecha vuelve a sufrir otro declive y procesiona sólo a veces, en muchas ocasiones por iniciativa parroquial o de algunos devotos. Procesiona con dos pasos, el del Cristo y el de Palio, la tarde del Jueves Santo (con el Cristo en la cruz) y la del Viernes Santo (en el sepulcro, tras hacer la ceremonia del descendimiento). No será hasta la semana santa de 1983 cuando vuelva a resurgir definitivamente como Asociación Parroquial, adquiriendo todo el patrimonio actual y posesionando ininterrumpidamente el Viernes de Dolores con el Crucificado de la Vera Cruz y el Palio de Mª. Santísima de los Dolores. Desde el año 2000 la estación de penitencia se celebra cada Viernes Santo. En 1991 se aprobaban las reglas que han regido a la corporación hasta la actualidad, como Hermandad y Cofradía de penitencia, entrando en vigor la primera junta de gobierno en el año 1992. Dos grandes efemérides han sido celebradas en esta última etapa, la comprendida entre los años 1983 y 2006.

La primera, la Imposición de Corona a María Santísima de los Dolores, una ceremonia íntima celebrada en la Iglesia Parroquial el día 23 de Enero de 1999, en la que Monseñor Infantes Florido, Obispo Emérito de Córdoba, imponía sobre las sienes de Nuestra Señora, la actual corona de salida. La segunda, la Imposición de la Medalla de la Villa de Guillena a María Santísima de los Dolores, como representante de la institución mas antigua del pueblo. Tuvo lugar el día 11 de octubre del año 2003 y contó con la procesión de nuestra titular por las calles de la Villa, tras celebrarse un acto en la plaza mayor del municipio, ataviada con un decorado construido ex profeso para dicha efeméride, donde el alcalde y el pleno consistorial, galardonaron por unanimidad con tan distinguido titulo a la corporación. A este acto acudieron invitadas un sin fin de hermandades y organizaciones no solo del municipio, sino también de diferentes poblaciones de la provincia de Sevilla y Cádiz, que mantienen relaciones con nuestra hermandad. En la Semana Santa de 2003 se había producido otro hecho singular, la hermandad había procesionado en un solo paso con las dos imágenes desde la Capilla de Nuestra Señora de la Esperanza, conformando el misterio de la piedad, al 

encontrarse la Iglesia Parroquial en restauración.

Santísimo cristo de la Vera + Cruz

La imagen del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz es una obra de autor y fecha desconocidos, tradicionalmente se ha venido fechando en la primera mitad del siglo XX, una apreciación que parece cada vez más improbable. Según nos informa el inventario de la Ermita de San Nicolás que se conserva en los fondos del Archivo Parroquial, realizado por orden del notario de Guillena Juan Blanco Márquez, el día 12 de noviembre de 1728, todo parece indicar que la Imagen del Señor de la Vera-Cruz se encontraba ya en el seno de esta corporación en las primeras décadas de la centuria dieciochesca; “Frente, tiene dicha hermita un cruscifijo de Santo Cristo de altura de un hombre que está en el altar mayor... “. Esta nueva hipótesis adquiere un mayor protagonismo si atendemos a que dicho inventario pone de manifiesto muchos de los objetos que eran utilizados en la ceremonia del descendimiento, citando en este caso “…un sepulcro de madera sin dorar…”, que debe corresponder al que todavía conserva la cofradía, puesto que presenta las características estéticas propias del siglo XVIII. Atendiendo a la fisonomía plástica de la obra, podemos afirmar casi con total garantía, que se trata de una obra anónima ejecutada a finales del siglo XVII o principios del siglo XVIII, es decir, aproximadamente entre 1675 y 1725. El Crucificado de la Vera Cruz, es una obra realizada en madera de cedro policromada, que posee articulados los brazos para adaptarse a la iconografía de Cristo yacente, posición en que la imagen se completaba con unas piezas de madera que encajaban en los hombros e impedían el movimiento de los brazos de la efigie en el sepulcro, práctica actualmente en desuso. La imagen representa a Cristo muerto, destacando la placidez de su rostro y el “rigor mortis” que presenta su cuerpo y en especial sus manos, cubierto por un espeso sudario de ligeros pliegues, anudado en la cadera derecha. La policromía acentúa bastante los símbolos de la pasión así como el resultado de la muerte. Su barba bífida y reclinada sobre el pecho, han sido objeto de un profundo estudio escultórico. Su cabellera desprende un mechón sobre su hombro derecho, mientras el resto del pelo aparece dispuesto hacia atrás por la zona de la espalda, perfectamente descrita. Sus ojos casi cerrados, así como sus cejas y nariz, han sido perfectamente descritos por la gubia de su artífice, mientras su boca entreabierta deja ver la talla de sus dientes y lengua. Ciñe su frente una corona de espinas exenta. Se haya fijado a una cruz arbórea que estrenó en el año 1987, con motivo del estreno de su nuevo paso procesional, mediante tres clavos, disponiendo el pie derecho sobre el izquierdo, sobre cuyo “patibulum” luce un “titulus” en el que puede leerse el anagrama I. N. R. I. La antigua cruz, en mal estado de conservación, contenía en su interior recortes de periódicos de la época de la Guerra Civil, que recogían noticias del pueblo, motivo que hizo pensar que la imagen era coetánea a estos trozos de prensa, que fueron introducidos mas tarde. Sabemos que a la imagen se le han practicado diversas restauraciones a lo largo de los siglos XVIII y XIX según dejan constancia los libros de cuentas que se han conservado. Sin embargo la última restauración documentada, acaeció en el año 1955 a manos del imaginero de Alcalá de Guadaira, Manuel Pineda Calderón, que consistió básicamente en reparar su policromía, una intervención que debió alterar la apariencia original de la obra, imprimiéndole el aspecto que actualmente presenta.

María Santísima de los Dolores

La imagen de María Santísima de los Dolores, igualmente es una talla anónima, de la que también desconocemos su fecha de ejecución. Nada se sabía de ella hasta que el imaginero sevillano Francisco Berlanga de Ávila, le realizó un candelero nuevo en el año 1984. Fue entonces cuando descubrió una inscripción en su busto con la firma de Juan García de Santiago, y no como se ha venido diciendo, un documento que recogía tres cruces y el texto “Juan García de Santiago, maestro ensamblador”. A partir de ese momento quiso identificarse a este artista como la figura de un maestro ensamblador adherido al trabajo de Mª. Luisa Roldán “La Roldana” y posteriormente a su sobrino Pedro Duque Cornejo, relacionando incluso la afinidad estética de la imagen con la de otras obras de los mencionados artistas. Se trata sin duda de una equivocación, puesto que la inscripción no recoge otra información que la firma del artista. Hasta el momento se ha venido manteniendo que Juan García de Santiago, maestro escultor y tallista, era hijo de Manuel García de Santiago, maestro escultor y arquitecto de retablos, uno de los artistas más destacados del siglo XVIII, que a su vez era hijo de Bartolomé García de Santiago, maestro escultor que laboró en Sevilla a fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII. La imagen suponemos que debió ejecutarla entre 1771, cuando sabemos todavía trabajaba junto a su padre y su hermano Juan Bartolomé, en el retablo mayor de la iglesia conventual del Valle de Sevilla, una obra destruida durante la contienda francesa, y 1800 aproximadamente, ya que a finales del siglo XVIII y principios de la centuria siguiente, se ha documentado su trabajo en la ciudad de Cádiz, estando algunas de sus obras destinadas a la Catedral. En cuanto a las fuentes documentales acerca de la corporación que han llegado hasta nuestros días, sólo encontramos una referencia a la imagen de nuestra señora. Atendiendo de nuevo al inventario de la Ermita de San Nicolás elaborado en 1728, donde puede leerse; “Ytten una imajen de Nuestra Señora de la Soledad”. Podemos afirmar que esta imagen, de la que nada sabemos, debió ser sustituida por la actual. Se trata de una imagen de candelero para vestir, realizada en madera cedro policromada. El rostro presenta una delicada talla, que bajo finas cejas arqueadas deja ver unos ojos de cristal, de los que penden cinco lágrimas de este mismo material, dos en la mejilla derecha y tres en la izquierda. La nariz es pequeña y está perfectamente dibujada, dejando paso a una boca entreabierta de labios pequeños, a través de la que puede contemplarse su dentadura, su lengua, e incluso parte de su garganta. Tiene una cabellera hermosamente tallada y recogida en la parte trasera en un peinado a modo de rueda. La policromía del busto, en tonos blanquecinos y rosáceos presenta claras diferencias con la de las manos, algo más verdosas, seguramente debido al uso de diferentes colas para su encarnadura. Se le conocen dos restauraciones; la primera de 1955, a manos de Manuel Pineda Calderón, que afecto a la fisonomía original y en la que se sospecha, las manos originales pudieron ser sustituidas por unas nuevas; y la segunda del año 1984, a manos de Francisco Berlanga de Ávila, que llevo a cabo la ejecución de un nuevo candelero de mayores proporciones, dotando a la imagen de una altura de 1,70 mts aproximadamente.

Información cedida por Juan Antonio Silva Fernández, Doctor en Historia del Arte